jueves, 15 de septiembre de 2016

Sus textos generan intranquilidad, abochornan, ruborizan, alteran

Era el primer domingo en el nuevo local de La República. Un domingo que me tocaba trabajar después de mucho tiempo. La sala de redacción se veía distinta. Las ubicaciones de las mesas generaban cierta nostalgia. Todo era nuevo. 
En la sede Cerro Colorado hay muchos recuerdos y ahí se deben quedar. En medio del silencio y el olor a pintura nueva, divisé el sitio de mi jefe. Quería calcular cuánta distancia había entre su mesa y la mía, pues ese sería el espacio de mi libertad. Antes de echar mi cálculo vi un libro en su escritorio. No suelo coger sus cosas, pero me llamó la atención.
Bitácora del último de los veleros de Orlando Mazeyra. Lo hojeé. Sin querer leí tres relatos. En ese momento recordé que mi jefe me habló de lo bueno que estaba su libro. Es cierto, sus textos generan intranquilidad, abochornan, ruborizan, alteran
Creo que no necesito pasar por esas situaciones extremas para saber lo que se siente. Basta leer a Mazeyra para conocer cómo son esos momentos tormentosos, que yo jamás podré vivir.


Zenaida Condori Contreras
Periodista del diario La República
15 de setiembre de 2016